Clika



Chika
-Ese, no crees que primero deberíamos pintar y luego atizar.
Pateando el culo del balón de basquet que rebotaba en el muro de concreto, Joel, quien era el único que podía haber hablado, me miraba como se mira a un condenado a muerte que se mea en la silla, mientras yo encendía el maltrecho cigarro. Antes de decidirse a sentarse en el balón, miró hacia la reja de alambre que rodea la colonia desde hace ya varios meses, no vayamos a salirnos a partirles los cojones.
-Deberíamos esperarlos, tu pinche vicio te va a tumbar y la clica no viene.
- Qiubo loco, wacha las pintas y las sabanas que te venden, que sin mala hierba la pinta no sale, además de que nada peor podría pasarnos ya, hasta acá no entran.
 La noche que fue nuestra ya no lo es. La clica ya no pasa tan fácil por los bulevares, como antes, pinches cheros, chingan como moscos, la pinta se hace, la hierba ya se esta quemando. Y la clica esta viniendo lenta y separada. La noche que fue nuestra ya no lo es. Nomás joden por joder, de un lado o del que sea, Las clicas crecen en todas las calles, los compás mueren. Pedro de ocho tiros del otro lado de la reja que es tanto como morir en otro país. Ocho tiros legalmente policiales y ni filo traía. Tony y yo se le sacamos después de que me marcó el cuello. Sacuden las clicas a putazos, sacuden y patean, hasta que alguien se harta. Veinticuatro años y ya se es veterano. Pinche desierto que quema odio sobre nuestras espaldas. Que el que no aguanta vara se chinga. Que Pedro ya trabajaba. Que hace meses que ni pintas hacíamos. Que los putazos que no damos nos los van a dar hasta en los tanates. Que alguien se va a hartar.
 - El Tony y la clica no llegan.
Joel siguió pateando el culo al mundo esperando que la tira nos driblara. Callado. Muy encabronado. De broncas a la hora de que aparece la tira y se encuentra con la clica hasta balazos salen. La clika de indios, de negros, de ojetes que hicieron más ojetes, de hijos de puta que no cortan a quien no se lo merece y ellos también se lo merecen, hijos de puta que poco tienen, hijos de puta que nada les queda, hijos de puta como Pedro, hijos de puta como Joel, como el Yaqui, como Pimen, cualquiera de la clica. Yo también. Hijos de puta a los que no les queda más que mandar el miedo a la chingada y no sale del barrio. Ojalá y Dios este viéndonos a todos nadar en este infierno. 
-Y dicen que estamos rete felices.
La espalda desnuda. Morena. Ocho tiros. El nudo de la clica en el hombro, rojo, verde, amarillo. Tatuado desde hace más de diez años. Los brazos abiertos en cruz. Las manos amarradas a una cruz con alambre de púas que se pierde en el cielo. Títere. Los agujeros se insinúan apenas entre los mechones del cabello. La sangre corre hasta el piso dibujando unos truenos. Lluvia en la espalda que escurre por entre las piernas hasta las puntas que coronan un planeta. Crucificado. Un muro de tres por tres. El tamaño exacto de una celda. La clica da unos pasos hacia atrás, la pintura ya se seca, pero no olvidamos.

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